En Observatório bíblico leo la noticia del escrito del teólogo brasileño Faustino Texeira acerca de la contribución de Xavier León-Dufour, publicado en Unisinos, entrada que traduzco:
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La pasión duradera por el Misterio: Xavier Léon-Dufour (1912-2007)
Falleció, el día 13-11-2007, Xavier Léon-Dufour, jesuita francés, con una imponente obra teológica. Faustino Teixeira, teólogo, profesor e investigador del PPCIR-UFJF (N. del T.: Programa de Pós-Graduação em Ciência da Religião de la Universidad Federal de Juiz de Fora, Minas Gerais), escribió un bello comentario sobre Léon-Dufour.
He aquí el artículo.
En estos tiempos de “invierno eclesial” algunas pérdidas se hacen sentir de forma muy dolorosa. Quedamos un poco más huérfanos después del 13 de noviembre, cuando partió uno de los más brillantes exégetas de la tradición cristiana, el jesuita Xavier Léon-Dufour. Este notable pensador nació en París el año de 1912. Se ordenó sacerdote el año de 1943, habiendo decidido seguir los estudios en el área de exégesis del Nuevo Testamento. Fue responsable de la cátedra de exégesis durante muchos años en la Facultad Teológica de Lyon-Fourvière (1957-1974), y después en el Centre Sèvre de París. Son clásicas sus producciones en el área exegética, destacando el Vocabulario de Teología Bíblica (1962) y el monumental comentario sobre el evangelio de Juan (1988-1996), en cuatro volúmenes. Se puede aún destacar sus publicaciones que implicaban los temas de la ressurrección (1971) y la eucaristía (1977).
En esta mi breve reflexión voy a servirme de dos libros recientes que traducen el rico itinerario académico de Léon-Dufour: Un bibliste cherche Dieu (2003) y Dieu se laisse chercher. Dialogue d´un bibliste avec Jean-Maurice de Montremy (1995). Él mismo se define en uno de sus libros como un buscador del misterio: “al punto de partida, Dios. Al punto de llegada, Dios”. A su modo de ver, la mejor manera de definir el misterio de Dios fue señalada por un padre de la Iglesia: Dios Padre como el “ojo de la fuente”. Se trata de un misterio que se expande gratuitamente en el río del mundo. De la fuente invisible borbotea sin cesar el agua de la generosidade divina. Dios es, así, movimiento incesante y dilatación infinita. ES el Logos que ilumina a todo ser humano” (Jn 1,9) desde el inicio de la creación y a lo largo de la historia de la revelación. Léon-Dufour argumenta que esa imagen del “ojo de la fuente” expresa de forma mucho más feliz la idea de Dios que la transmitida por la tradición cristiana, al simbolizar a Dios como el ojo insertado en el centro de un triángulo. Para esa apertura teológica fue de gran importancia un largo viaje hecho por Léon-Dufour a Asia en 1968. Él mismo reconoce que fue la ocasión propicia para nuevas interrogantes que transformaron sensiblemente su comprensión cristiana. Se basa a partir desde esa mirada teológica libre y osada, así como una toma de conciencia de las limitaciones greco-latinas que obstruyen la afirmación de un lenguaje cristiano más abierto.
El paso por Oriente posibilita una reevaluación de las formulaciones tradicionales sobre la Trinidad, para favorecer un mejor diálogo con otras tradiciones religiosas: “Si digo que las ´personas`(de la trinidad) son ante todo manifestaciones de una única y misma realidad en el orden de nuestra experiencia, no suprimo el misterio, pero hago posible una discusión con aquellos que invocan, adecuadamente, la unicidad de Dios”. A su modo de ver, las formulaciones dogmáticas captan sólo rincones limitados de un paisaje que es mucho más amplio. Hay que ensanchar las ventanas y cambiar los ángulos para garantizar la vitalidad de lo revisado. En la búsqueda de superación de un lenguaje que puede pecar de arrogancia, Léon-Dufour encuentra en la “universalidad del evangelio del amor” un camino alternativo.
Para él, es el amor que está en el centro del mensaje de Jesús: “del mismo amor con que el Padre me amó, yo también los amé” (Jn 15,9). En esta admirable traducción hecha por Léon-Dufour se pretende acentuar la “novedad” de la naturaleza del amor que Jesús recibe del Padre y que va a vincular a los discípulos entre sí. En la dinámica del misterio de la trinidad, Jesús vive una relación única con Dios, pero sin borrar la irrevocáble alteridad del Padre. Jesús es aquel que se llena con el agua de la fuente, siendo el Espíritu el río que la difunde universalmente. En sus estudios sobre el evangelio de Juan, Léon-Dufour busca garantizar la alteridad del Padre. No hay allí ninguna señal de cristolatria o culto a Jesús. A su modo de ver, “Jesús nada es sin la relación con el Padre”, una relación que es incesante y que revela el núcleo (corazón) de un *mandamiento nuevo: “amaos unos a los otros”.
Las pistas exegéticas de Léon-Dufour sirvieron de base para singulares reflexiones de teólogos que vienen trabajando el tema del pluralismo religioso, como Jacques Dupuis. Vale acordar, en particular, la cuestión de la acción continua del Logos en la historia, que instaura una alianza vital y substantiva entre Dios y todos los seres humanos. La muerte de este gran exégeta nos deja más tristes, pero también más conscientes de la importancia de llevar adelante su reflexión y a hacer eco del amor por todos los rincones.Como él bien destacó, seremos todos juzgados no por las *formulaciones de las doctrinas que adherimos en nuestra tradición, sino por el “amor vivido”.
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León-Dufour falleció en París. Pertenecía a la comunidad jesuita de Pau, Francia, y tenía 94 años. He tenido la oportunidad de leer su comentario al evangelio de Juan en el curso de escritos joánicos, muy interesantes sus intuiciones.
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La pasión duradera por el Misterio: Xavier Léon-Dufour (1912-2007)
Falleció, el día 13-11-2007, Xavier Léon-Dufour, jesuita francés, con una imponente obra teológica. Faustino Teixeira, teólogo, profesor e investigador del PPCIR-UFJF (N. del T.: Programa de Pós-Graduação em Ciência da Religião de la Universidad Federal de Juiz de Fora, Minas Gerais), escribió un bello comentario sobre Léon-Dufour.
He aquí el artículo.
En estos tiempos de “invierno eclesial” algunas pérdidas se hacen sentir de forma muy dolorosa. Quedamos un poco más huérfanos después del 13 de noviembre, cuando partió uno de los más brillantes exégetas de la tradición cristiana, el jesuita Xavier Léon-Dufour. Este notable pensador nació en París el año de 1912. Se ordenó sacerdote el año de 1943, habiendo decidido seguir los estudios en el área de exégesis del Nuevo Testamento. Fue responsable de la cátedra de exégesis durante muchos años en la Facultad Teológica de Lyon-Fourvière (1957-1974), y después en el Centre Sèvre de París. Son clásicas sus producciones en el área exegética, destacando el Vocabulario de Teología Bíblica (1962) y el monumental comentario sobre el evangelio de Juan (1988-1996), en cuatro volúmenes. Se puede aún destacar sus publicaciones que implicaban los temas de la ressurrección (1971) y la eucaristía (1977).
En esta mi breve reflexión voy a servirme de dos libros recientes que traducen el rico itinerario académico de Léon-Dufour: Un bibliste cherche Dieu (2003) y Dieu se laisse chercher. Dialogue d´un bibliste avec Jean-Maurice de Montremy (1995). Él mismo se define en uno de sus libros como un buscador del misterio: “al punto de partida, Dios. Al punto de llegada, Dios”. A su modo de ver, la mejor manera de definir el misterio de Dios fue señalada por un padre de la Iglesia: Dios Padre como el “ojo de la fuente”. Se trata de un misterio que se expande gratuitamente en el río del mundo. De la fuente invisible borbotea sin cesar el agua de la generosidade divina. Dios es, así, movimiento incesante y dilatación infinita. ES el Logos que ilumina a todo ser humano” (Jn 1,9) desde el inicio de la creación y a lo largo de la historia de la revelación. Léon-Dufour argumenta que esa imagen del “ojo de la fuente” expresa de forma mucho más feliz la idea de Dios que la transmitida por la tradición cristiana, al simbolizar a Dios como el ojo insertado en el centro de un triángulo. Para esa apertura teológica fue de gran importancia un largo viaje hecho por Léon-Dufour a Asia en 1968. Él mismo reconoce que fue la ocasión propicia para nuevas interrogantes que transformaron sensiblemente su comprensión cristiana. Se basa a partir desde esa mirada teológica libre y osada, así como una toma de conciencia de las limitaciones greco-latinas que obstruyen la afirmación de un lenguaje cristiano más abierto.
El paso por Oriente posibilita una reevaluación de las formulaciones tradicionales sobre la Trinidad, para favorecer un mejor diálogo con otras tradiciones religiosas: “Si digo que las ´personas`(de la trinidad) son ante todo manifestaciones de una única y misma realidad en el orden de nuestra experiencia, no suprimo el misterio, pero hago posible una discusión con aquellos que invocan, adecuadamente, la unicidad de Dios”. A su modo de ver, las formulaciones dogmáticas captan sólo rincones limitados de un paisaje que es mucho más amplio. Hay que ensanchar las ventanas y cambiar los ángulos para garantizar la vitalidad de lo revisado. En la búsqueda de superación de un lenguaje que puede pecar de arrogancia, Léon-Dufour encuentra en la “universalidad del evangelio del amor” un camino alternativo.
Para él, es el amor que está en el centro del mensaje de Jesús: “del mismo amor con que el Padre me amó, yo también los amé” (Jn 15,9). En esta admirable traducción hecha por Léon-Dufour se pretende acentuar la “novedad” de la naturaleza del amor que Jesús recibe del Padre y que va a vincular a los discípulos entre sí. En la dinámica del misterio de la trinidad, Jesús vive una relación única con Dios, pero sin borrar la irrevocáble alteridad del Padre. Jesús es aquel que se llena con el agua de la fuente, siendo el Espíritu el río que la difunde universalmente. En sus estudios sobre el evangelio de Juan, Léon-Dufour busca garantizar la alteridad del Padre. No hay allí ninguna señal de cristolatria o culto a Jesús. A su modo de ver, “Jesús nada es sin la relación con el Padre”, una relación que es incesante y que revela el núcleo (corazón) de un *mandamiento nuevo: “amaos unos a los otros”.
Las pistas exegéticas de Léon-Dufour sirvieron de base para singulares reflexiones de teólogos que vienen trabajando el tema del pluralismo religioso, como Jacques Dupuis. Vale acordar, en particular, la cuestión de la acción continua del Logos en la historia, que instaura una alianza vital y substantiva entre Dios y todos los seres humanos. La muerte de este gran exégeta nos deja más tristes, pero también más conscientes de la importancia de llevar adelante su reflexión y a hacer eco del amor por todos los rincones.Como él bien destacó, seremos todos juzgados no por las *formulaciones de las doctrinas que adherimos en nuestra tradición, sino por el “amor vivido”.
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León-Dufour falleció en París. Pertenecía a la comunidad jesuita de Pau, Francia, y tenía 94 años. He tenido la oportunidad de leer su comentario al evangelio de Juan en el curso de escritos joánicos, muy interesantes sus intuiciones.
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