En estos días ha dado la vuelta al mundo el caso de Leysi Suárez en las que aparece en fotografías con la bandera, una de ellas como asiento sobre un caballo. Hoy, la chica ha logrado mayor propaganda –y muchos fans que desean convertirse en símbolos, es decir, ser banderas-. Asistimos rápidamente a una presentación de comentarios, reacciones, críticas, de diverso tipo. Pero lo más sorprendente es que nada menos que el ministro de defensa interviniese en el asunto. Ojalá los políticos actuaran con similar celeridad en cuestiones más importantes como la corrupción, la pobreza y la violencia.
¿Qué es un símbolo?
Nosotros no consideramos que la ahora famosa chica ni los fotógrafos o autores intelectuales hubiesen actuado con el fin consciente de burlarse de los símbolos patrios, en este caso, de la bandera nacional. ¿Pero acaso no estamos sobredimensionando el problema? Recordemos que los símbolos son medios, no fines en sí mismos. Los símbolos patrios nos remiten a otra realidad, que es la nación, es decir, todos los peruanos. Cuando los héroes de la Patria dieron su vida por la bandera, no es tanto por la bandera en cuanto trozo de tela sino en cuanto lo que significa. En efecto, entregar la bandera al enemigo era como renunciar al honor. Fue por ello que Alfonso Ugarte prefirió lanzarse del morro que entregar la bandera, porque se trataba de una cuestión de honor. Fue por ello que alumnos y profesores de Lima y Callao salieron a defender la ciudad ante el ejército invasor. Lo mismo podemos decir de los símbolos religiosos: las imágenes son medios para incentivar la devoción, pero no son un fin. Y por lo mismo que son un medio, han de ser respetados.
Cuando el símbolo llega a ser la realidad simbolizada
El problema radica en que se toma el símbolo por lo que simboliza. Es como cuando veneramos a la imagen de un santo como si fuese el mismo santo. O cuando juramos defender la bandera pero menospreciamos al serrano, o cuando nos pintamos banderitas en las mejillas y miramos con rostro extrañado a alguien que habla quechua. Y es en estos casos cuando el símbolo pierde su referente último, en vez de mirar dónde señala el dedo nos quedamos mirando el dedo. Cuando canto Somos libres, seámoslo siempre con la mano en el pecho ante la bandera que es izada, los símbolos patrios me cuestionan (y eso es lo que hace el símbolo, precisamente cuestionar, dan que pensar): ¿cuánto me intereso por los problemas de nuestra nación? ¿En qué medida me preocupo no solamente por mi desarrollo sino también por el de aquel que está a mi lado o lejos pero que también canta el mismo himno que yo y saluda a la bandera común a ambos? Creo que lo expresó muy bien Bolognesi al decir tengo deberes sagrados que cumplir. Esos deberes sagrados eran defender a sus conciudadanos, defender el honor de la nación, porque sabía que tenía un compromiso histórico, no simplemente impedir que la bandera caiga en manos enemigas.
La realidad es poliédrica
¿Qué es un símbolo?
Nosotros no consideramos que la ahora famosa chica ni los fotógrafos o autores intelectuales hubiesen actuado con el fin consciente de burlarse de los símbolos patrios, en este caso, de la bandera nacional. ¿Pero acaso no estamos sobredimensionando el problema? Recordemos que los símbolos son medios, no fines en sí mismos. Los símbolos patrios nos remiten a otra realidad, que es la nación, es decir, todos los peruanos. Cuando los héroes de la Patria dieron su vida por la bandera, no es tanto por la bandera en cuanto trozo de tela sino en cuanto lo que significa. En efecto, entregar la bandera al enemigo era como renunciar al honor. Fue por ello que Alfonso Ugarte prefirió lanzarse del morro que entregar la bandera, porque se trataba de una cuestión de honor. Fue por ello que alumnos y profesores de Lima y Callao salieron a defender la ciudad ante el ejército invasor. Lo mismo podemos decir de los símbolos religiosos: las imágenes son medios para incentivar la devoción, pero no son un fin. Y por lo mismo que son un medio, han de ser respetados.
Cuando el símbolo llega a ser la realidad simbolizada
El problema radica en que se toma el símbolo por lo que simboliza. Es como cuando veneramos a la imagen de un santo como si fuese el mismo santo. O cuando juramos defender la bandera pero menospreciamos al serrano, o cuando nos pintamos banderitas en las mejillas y miramos con rostro extrañado a alguien que habla quechua. Y es en estos casos cuando el símbolo pierde su referente último, en vez de mirar dónde señala el dedo nos quedamos mirando el dedo. Cuando canto Somos libres, seámoslo siempre con la mano en el pecho ante la bandera que es izada, los símbolos patrios me cuestionan (y eso es lo que hace el símbolo, precisamente cuestionar, dan que pensar): ¿cuánto me intereso por los problemas de nuestra nación? ¿En qué medida me preocupo no solamente por mi desarrollo sino también por el de aquel que está a mi lado o lejos pero que también canta el mismo himno que yo y saluda a la bandera común a ambos? Creo que lo expresó muy bien Bolognesi al decir tengo deberes sagrados que cumplir. Esos deberes sagrados eran defender a sus conciudadanos, defender el honor de la nación, porque sabía que tenía un compromiso histórico, no simplemente impedir que la bandera caiga en manos enemigas.
La realidad es poliédrica
Recientemente diversas féminas han dicho que no harían lo que Leysi hizo. Una de ellas es Eva Ayllón, quien afirmó que ella sí se vistió con la bandera pero como la Patria personificada. Bien, pero y cuando salió en la portada de un revista a medio cuerpo con el busto cubierto por los brazos (Y de paso mencionemos a la destacada periodista Sol Carreño –también en portada de una revista con la blusa entreabierta, desabotonada, mostrando el surco que divide los pechos) ¿qué quería expresar? ¿Juventud a pesar de los años? ¿Desafío? ¿Cumplimiento de un reto? ¿Publicidad para la revista? ¿Dejarse arrastra por la moda? Si ella representa –y muy bien- cierta área de nuestra música nacional, ¿por qué salir así? Al ver a Ayllón y a Carreño así ante todo se siente desconcierto (No descarto otras percepciones, y no pretendo hacer una valoración moral) y un ¿pero qué tratan de expresar así? ¿Acaso es esto precisamente lo que querían expresar, y en esto no se asemejan a Leysi?
Hay otros gestos simbólicos, como el lavar la bandera ¿No es un modo de menospreciar el símbolo patrio? Obviamente, depende de cómo se enfoque, pero hoy no se considera como ofensivo ya que representa el propósito de quitar la suciedad (de la corrupción) de la bandera (la nación). En Estados Unidos el quemar la bandera ahora se toma como una protesta contra el gobierno, y no como desprecio.
Nueva interpretación
Hay otros gestos simbólicos, como el lavar la bandera ¿No es un modo de menospreciar el símbolo patrio? Obviamente, depende de cómo se enfoque, pero hoy no se considera como ofensivo ya que representa el propósito de quitar la suciedad (de la corrupción) de la bandera (la nación). En Estados Unidos el quemar la bandera ahora se toma como una protesta contra el gobierno, y no como desprecio.
Nueva interpretación
Notemos en la foto que la bandera está al revés. Así que puede interpretarse como el símbolo de los peruanos excluidos, los peruanos del reverso de la historia, los olvidados y excluidos, del Perú no oficial sino real, cuyo grito se manifiesta en una joven desnuda, despojada de sus bienes -como los pobres- y que quieren llamar la atención al espectador, provocándoles desconcierto... no quedándose en la chica sino a quien ella representa. ¿Qué les parece esta interpretación?
Nuestra realidad local
Volviendo a nuestro ámbito local, podemos concluir que el caso Leysi se trata de una cortina de humo. O de un caso más del país de las maravillas: un ministro de defensa ocupándose del uso de la bandera por una joven. Un congreso preocupado por el devenir de la comisión Sudáfrica 2010. El quehacer del congreso seguido no por los proyectos por la mejora del país sino por luchas intestinas y partidistas por dominar el primer poder del estado. Los buses interprovinciales sin control y las líneas que en servicio premium class establecen que los niños tengan su respectivo asiento pero que en servicio económico permiten que los niños vayan entre sus padres. Y así más casos.
Y es que la realidad es poliédrica, y por ello, no sobredimensionemos ciertos eventos. Y como dijo Bachofen, la mejor crítica consiste en comprender.
Nuestra realidad local
Volviendo a nuestro ámbito local, podemos concluir que el caso Leysi se trata de una cortina de humo. O de un caso más del país de las maravillas: un ministro de defensa ocupándose del uso de la bandera por una joven. Un congreso preocupado por el devenir de la comisión Sudáfrica 2010. El quehacer del congreso seguido no por los proyectos por la mejora del país sino por luchas intestinas y partidistas por dominar el primer poder del estado. Los buses interprovinciales sin control y las líneas que en servicio premium class establecen que los niños tengan su respectivo asiento pero que en servicio económico permiten que los niños vayan entre sus padres. Y así más casos.
Y es que la realidad es poliédrica, y por ello, no sobredimensionemos ciertos eventos. Y como dijo Bachofen, la mejor crítica consiste en comprender.
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